Has venido a decirme que me olvide de algoritmos inútiles.
Que revise en el aire los huecos vacíos de las palabras que dije.
Que recorra las huellas de los pasos mal dados.
Que no sea tan huidizo, tan huraño, tan extraño.
Me dices que no hay escapatoria. Que todo me lleva a ti.
Como la gota superviviente en los soportales de la memoria.
Como el agua de los cristales empapados en el interior de un coche.
Como el océano ortogonal de los ejes de coordenadas.
Me dices que allí hay un punto donde nos encontraremos.
Tu trayectoria y la mía. En un solo punto. A lo lejos.
Casi como la única oportunidad para ser y estar.
Casi como el único átomo para vivir y existir.
Me dices que me esperas. Que me oyes. Que me sientes.
Que puedo repetir el proceso, pero tú me esperas.
Que puedo silenciar todas las hipótesis, pero tú me oyes.
Que puedo convertirme en una asíntota, pero tú me sientes.
Has venido a decirme que no hay más condiciones.
Que las premisas se cumplen. Que me acerco, poco a poco, a ti.
Tan próximos como tú quieras porque tú estás al mando.
Separados tan solo por un infinito de encrucijadas.
Me dices que me deje llevar. Y que me deje llegar.
Por las aceras, los estancos, los bares, los parques y los jardines,
Que camine, que me mueva, que no me estanque, que no me calle,
Y yo, que estoy muerto de miedo, no sé ni siquiera hasta dónde quiero llegar.
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